Decapitaciones
Y pensé mientras cantaba en la ducha:"Voy a perder la cabeza por tu amoooooooooor" con la esponja por micrófono...
En Aníbal.
Como me gustaría poder andar por ahí sin cabeza...
Supongo que sería complicado no tropezar con todo, habría que acostumbrarse a la oscuridad...
Pero sería divertido.
La primera incisión, dicen, es la dolorosa. Pero cuando el corte llega a la columna los nervios se separan del cerebro y ya no se siente nada. Podría ser una carnicería, hecha por el más nervioso de los carniceros, con una sierra manual, con un cuchillo de jamón, o incluso con una navaja de Albacete y tu estarías ahí mirando y tranquilizando a tu verdugo: ¡Eh! ¡No duele nada!
Lo gracioso viene cuando la cabeza cae y tu cuerpo empieza a correr desenfrenado, igual que les pasa a los pollos.
Pero es por alegría.
El cuerpo no cabe de felicidad y tiene que manifestarlo como solo puede hacerlo un cuerpo sin cerebro. Corriendo y haciendo aspavientos.
Después ya se acostumbra y hace aspavientos si quiere.
Mientras, la cabeza se aburre con sus pensamientos en la cesta.
Ella no puede correr, ni puede hacer aspavientos.
Sólo puede gritar y llorar...
Y lo mejor es que la puta cabeza no puede acostumbrarse a lo que és y no puede controlar lo que quiere.
Yo me pido la guillotina. Tiene como más tradición. Soy bastante clásica en estas cosas.
Aguantaría el dolorcito como lo hice con el tatuaje o el piercing.
En Ana Bolena.
¡¿tu sabes que bien!? ¡Que liberación!
Si la cabeza tiene hambre se guarda en el armario y el cuerpo ni se entera.
Días sin comer, la dieta perfecta y sin pasarlo mal. Más de una marca se iba a la quiebra.
Si la cabeza pide descanso, se la acuesta y el cuerpo sale de marcha.
En Luis XVI y Maria Antonieta.
Si la cabeza está triste y tiene uno de eso días de lloros tontos,
pues se le pone una película de Andy García y nos vamos con nuestro cuerpo un rato a la montaña rusa.
En Robespierre.
Si la cabeza habla sin parar se la amordaza y seguimos tan tranquilos con nuestro cuerpo mudo.
Si no para de pensar se pone a hervir a fuego lento y mirentras el cuerpo se da un baño calentito.
Pero pensé en
Yukio Mishima...
Y deduje que, los cuerpos propietarios de cabezas inquietas decapitadas, nunca llegan a ser autónomos del todo.
Porque lo llevamos en la sangre.
Las palabras fluyen por cada arteria.
Las alegrías bombean al ritmo del corazón.
Las penas se pasan a trechos entre el hígado y el riñón.
Y la inquietud excede lo físico del cuerpo y lo anímico de la mente
y se hace palpable y manifiesta aún cuando ya no exista ese cuerpo ni esa cabeza...
¡Verdugos del mundo! En paro de nuevo...
¿Y la guillotina?...oh!...de nuevo al desván.
Triste como el final del cuento de la lechera me toca seguir cantando:
“Voy a perder la cabeza por tu amooooooor”...
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