La fiesta




Entre tambaleos y sobrepasos torpes, nuestro hombre especial por una noche y un día se dirige hacía la puerta de los servicios. Empuja la puerta con desgana y entra. Parpadea durante un momento y siente la cabeza embotarse rápidamente, una arcada surge de su garganta de imprevisto.
Se mira en el largo espejo y éste le devuelve una divertida imagen de sí mismo. La corbata ladeada, un pico de la camisa fuera y una chapa negra con la leyenda: “me caso y no hago caso” le hacen sonreír pese a la extrema ebriedad.
Torpemente se dirige a uno de los habitáculos y cierra la puerta. Se sienta en el inodoro y reposa la cabeza entre las manos mientras suelta lentamente todo el aire retenido en los pulmones dado el esfuerzo realizado para llegar hasta allí sin desplomarse.
La imagen de su mejor amigo en medio de la pista de baile con el traje de marca desbarajustado y el vaso de tubo desbordando bebida a diestro y siniestro le hacen reírse en voz alta creando un eco que le devuelve brevemente a la realidad.
Mañana es el gran día.
No debía haber salido. Pero estaban todos allí. Esperándole en el portal de su casa. Todos borrachos, cargados con botellas de whisky, ron y ginebra, y le abrazaban y golpeaban sin parar, uno y otro y otro, y le pusieron la chapa. Y todos cantaban, “clavelitos” y “eres tu”. Y le metieron la botella de Jack Daniel´s en la boca y contaron en voz alta y al unísono. ¡uno, dos, tres, cuatro, cin…!
No recordaba cómo había llegado a esa discoteca. Y la cabeza le empezaba a doler tremendamente.
Ella. Era…preciosa.
Sería una buena fiesta. Aunque él disfrutara de una resaca espantosa.
Esa mujer era preciosa. Y le había estado mirando toda la noche. Después su mejor amigo había aparecido con un brazo alrededor del cuello de ella y una sonrisa que decía “te la regalo”, mientras con voz pastosa gritaba: ¡Este es mi… mi mejjjorr a…migo…y…y mañana se casa!...¿sabes? y entre risas flojas, le farfullaba, y la estrechaba contra sí, mientras ella abría sus enormes y dulces ojos: ¿que te parecería dar…regalarle un último apre…tón?... ¿eh?...¿no te…e…no te gusta?.. ¿Qué me dices?...
Mientras, él, sonreía tímidamente a la chica, avergonzado como siempre, por esa forma de actuar que tenía su amigo para con las mujeres. “Ellas se abren de piernas con sólo olernos, no tienes ni idea”, solía decir.
Su mejor amigo le guiñó un ojo y tardó, lo que a él le pareció una eternidad en volver a abrirlo. Cuando por fin lo hizo, la chica huía apresuradamente, logró advertirla perdiéndose entre la multitud danzante.
Su amigo rompió en carcajadas y se semiderrumbó sobre él. –Lo siento tío-Llegó a decirle al oído mientras éste lo arrastraba hasta un taburete cerca de allí.
-Lo siento- dice en un susurro mientras se holga el nudo de la corbata. Y mira con la mirada perdida más allá de la puerta pintarrajeada. Y sonríe.
Será una buena fiesta. ¿No es así? Mañana ya es hoy.
No debió salir pero allí estaba. Eran buenos amigos.
La vida le desfila apresuradamente en frames dañados, corruptos. A toda velocidad.
Y en la sala de baile empiezan a preguntar a voz en grito donde coño está el novio.
Y a bromear sobre si se ha ahogado en la taza del váter. O ha huido, y ya anda sentado en un vuelo con destino Nuevo México. O quizás ha encontrado a la chica de ojos grandes. Y eso es lo que más gracia les hace.
Y la corbata se desliza por encima de su cabeza.
Y la chica de ojos grandes pide un taxi.
Y la corbata se anuda en la tubería alta de la cisterna.
Y su mejor amigo comienza a volver en sí, y a pesar de que todo le da vueltas, lo busca entre el gentío.
Y las manos no le tiemblan cuando se vuelve a anudar la corbata con distinto nudo alrededor del cuello. Como lo tenía ensayado.
Y la chica saca un pañuelo del bolso y se sorbe la nariz.
Y su mejor amigo se levanta torpemente del taburete para mirar mejor la pista de baile.
Y se sube en la taza, con los zapatos caros, negros y brillantes.
Y la chica sabe que no debería haber salido.
Y su amigo lucha contra el alcohol que danza en su sangre y comienza a andar con un paso más o menos firme hacía los servicios de caballeros al final de la sala.
Y él extrae todo el aire de sus pulmones una vez más. Con más ansía y más fuerza que nunca, y se deja caer, con un pie a cada lado. Y la cisterna resiste.
Y su amigo empuja la puerta de los servicios con tanta fuerza que ésta rebota contra la pared y vuelve a él. Y grita su nombre.
Y la chica piensa cuál sería su nombre.
Y él ya no escucha ni piensa nada. Porque su amigo creía correr pero no lo hacía. Porque andaba dispuesto, pero tardó demasiado. Porque se cruzó con un par de amigos. Y un par de chicas. Le huelen y él lo sabe.
Y él ya está en los ojos de la chica. Sin recordar si eran verdes o azules.
Y su amigo revienta el pestillo de una patada y entra y lo recoge y sabe que no hay nada que recoger ya, salvo la chapa que flota en el agua de la taza y su borrachera, que se le sale por los pies.

LK

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